Un encuentro Inesperado
Por Juan Emilio Streif (1ESO-E) |
Ilustración de Catrina Bumatay (2ºD) |
Al cabo de segundos encontró una página web que prometía resultados óptimos en la búsqueda de parejas, mediante la tecnología más avanzada que existía en el mercado. Consistía en ingresar datos personales como la edad, si era hombre o mujer, cuáles eran sus aficiones favoritas, cómo era su carácter… Mediante estos datos se buscarían las personas más parecidas a las características ingresadas, para que los posibles novios y novias puedan convivir de la forma más agradable posible.
Ingresó sus datos (tenía veintiséis años; sus aficiones favoritas eran leer, ir en bicicleta y hacer esquí; era una persona muy tranquila, disciplinada y muy alegre) y rápidamente aparecieron los resultados. Fueron más de tres mil quinientos. Leyó los primeros, hasta pararse en un chico joven que según la fotografía parecía muy atractivo. Nishitani estaba interesada, por lo que quiso obtener más información acerca del chico. Averiguó que se trataba de un joven ruso llamado Jaroslav Vdovin, que tenía veintinueve años y presentaba intereses y un carácter muy parecidos a los suyos. Al principio dudaba en contactarle, pero después de un rato se animó y finalmente lo llamó.
Ingresó sus datos (tenía veintiséis años; sus aficiones favoritas eran leer, ir en bicicleta y hacer esquí; era una persona muy tranquila, disciplinada y muy alegre) y rápidamente aparecieron los resultados. Fueron más de tres mil quinientos. Leyó los primeros, hasta pararse en un chico joven que según la fotografía parecía muy atractivo. Nishitani estaba interesada, por lo que quiso obtener más información acerca del chico. Averiguó que se trataba de un joven ruso llamado Jaroslav Vdovin, que tenía veintinueve años y presentaba intereses y un carácter muy parecidos a los suyos. Al principio dudaba en contactarle, pero después de un rato se animó y finalmente lo llamó.
-
Hola, ¿hablo con Jaroslav Vdovin?
-
Sí, ¿quién es? - (Hablaba con acento ruso ligero. Eso le gustó a
Nishitani)
-
Ah, me llamo Nishitani Shino y te he llamado porque encontré tu
perfil en Internet. ¡Me pareces muy interesante y guapo!
-
Oh, muchas gracias. Intercambiamos los números de teléfono, ¿vale?
(Nishitani
no se había esperado una respuesta tan abrupta).
- Eh, sí, vale… Este es mi número…
- Eh, sí, vale… Este es mi número…
Así
intercambiaron los números y lentamente se iba desarrollando una
relación entre ellos. Pero había una cosa muy extraña en Jaroslav
que no le gustaba a Nishitani. Cada vez que intentaba quedar con él,
nunca tenía tiempo, por lo que sólo se habían visto mediante
llamadas de vídeo y por fotografías.
Pasaron
los días, las semanas e incluso meses, hasta que finalmente llegaron
a citarse. Jaroslav le había preguntado a Nishitani si querían
quedar el próximo día y ella asintió. Preguntó dónde se iban a
ver y Jaroslav dijo: “Nos vemos en las ruinas del hospital antiguo,
en la dirección Byo̅in 5-6-2, ¿vale? (Explicación: “Byo̅in”
significa hospital en japonés. En Japón no existen nombres para las
calles, sino códigos como el de este ejemplo.)
Nishitani
respondió: - De acuerdo, nos vemos allí. Hasta luego.
Ilustración de Fátima Subbooh (2ºD) |
Llegó al hospital y salió del coche. Se sentó en un banco cercano y esperó a Jaroslav. Después de más de una hora, intentó llamarle por teléfono, pero él no atendió la llamada. ¿Le habrá pasado algo? Espero que no, pensó.
Se
quedó esperando otro rato más, pero no apareció. La situación se
hacía cada vez más inquietante para Nishitani, por lo que decidió
entrar al hospital para averiguar si Jaroslav quizá había entrado
por otra parte. Abrió
la puerta chirriante y una brisa de aire muy fría le hizo tiritar.
¿De
verdad debería entrar en un lugar que está prohibido visitar?
Siguió por el
pasillo sucio y lleno de insectos muertos, que crujían bajo las
botas que llevaba, hasta llegar al final de éste. Ahí había dos
puertas de cristal, que estaban rotas y Nishitani las intentó abrir.
Las puertas crujieron y parecía que en cada momento podrían llegar
a salir del marco, pero no se movieron. Por eso, decidió pasar por
el marco donde antiguamente había estado la ventana y ahora estaba
repleto de vidrio roto. Pasó por él y desafortunadamente se cortó.
Empezó a sangrar mucho, pero no quería rendirse. ¡Quería
encontrar a Jaroslav!
Ahora se encontraba
en la gran entrada del hospital, que antes debería haber tenido un
aspecto espléndido, pero ahora estaba en ruinas. No quería pasar
por las escaleras, ya que parecía que en cualquier momento se iban a
romper. Por eso decidió mirar en la siguiente sala. En la puerta
ponía: “¡Prohibido entrar! Sala de operaciones.” Al ver esta
advertencia, un sentimiento espeluznante se apoderó de Nishitani,
pero ella decidió seguir. Lentamente entró en la habitación y lo
que vio fue terrorífico: todos los materiales que habían utilizado
los cirujanos estaban en perfecto estado y estaban muy afilados.
Siguió inspeccionando la habitación, hasta que escuchó un ruido
que le hizo helar la sangre en las venas: la puerta de la habitación
se había cerrado, y detrás de la puerta había una muñeca de
porcelana de aspecto tan real, que Nishitani casi podía oírla
hablar: ¡Quiero
ser tu amigaaaa!, ¡Juega conmigoooo!
Estos pensamientos
se estaban haciendo tan reales que Nishitani sólo quería hacer una
cosa: salir inmediatamente de ese hospital maldito. Intentó abrir la
puerta, lo consiguió y salió corriendo al pasillo con tal rapidez
que se tropezó con una elevación que había en el suelo. Se cayó y
todo se volvió negro.
Al recobrar la consciencia, sintió un dolor tremendo en la pierna donde se había cortado, pero ante una situación tan grave no era su principal problema. El único pensamiento que tenía era salir del hospital para pedir ayuda a cualquier persona que pasaba por su camino. Abrió los ojos y vio que estaba en una sala del hospital distinta a la que donde se había desmayado. Ahora se dio cuenta que estaba atada a una cama. Intentó gritar, pero no pudo: tenía un trozo de cinta sobre la boca. ¿Qué voy a hacer?, pensó.
Después de un rato
(que parecía una eternidad) escuchó pasos en el pasillo. Se abrió
la puerta y entró Jaroslav junto a tres hombres enmascarados.
Llevaban espadas japonesas consigo. ¿Qué
ocurre, Jaroslav?, intentó
gritar. No reaccionó. Sólo esbozó una sonrisa maléfica y subió
la espada hacia arriba, moviéndola hacia abajo con mucha fuerza y
rapidez…
Relato ganador en el Concurso de Relatos de Terror de este año.